domingo, 6 de noviembre de 2016

Cartas llenas de sorpresas

El viernes, un compañero de la clase de baile nos regaló a todos una tarjeta de felicitación navideña pintada por él mismo. Me pareció un detalle precioso y original, pero me hizo recordar que hace bastante tiempo que dejé de enviar Christmas y por supuesto, también dejé de recibirlos.
 
¿Dónde ha ido a parar aquella costumbre que cada año hacía congestionar el servicio de correos? ¿Dónde ha ido a parar aquella costumbre que llenaba nuestras casas de bellos y coloridos mensajes de paz?.
 
Las redes sociales con su inmediatez han respaldado nuestro lado más perezoso pues... ¡si al menos tratáramos de ser creativos! Pero sin duda, es más fácil reenviar una frase hecha o un video divertido creado por otros, que dedicar unos minutos a redactar un mensaje original y personalizado para cada uno de nuestros amigos.
 
¿Estamos perdiendo creatividad?
 
Recuerdo la expectación que sentía cada vez que me asomaba al buzón de correos y encontraba alguna carta en su interior. Había una gran probabilidad de que fuese de algún amigo o amiga, y cuando ocurría ese feliz acontecimiento, me faltaba tiempo para abrirla y leerla una y otra vez dejándome llevar por sus diferentes caligrafías y por las historias que sobre el papel me contaban.
 
Hoy en día, el acto de abrir el buzón ya no conlleva para mí la menor emoción. La ausencia de correspondencia personal ha dejado un vacío difícil de suplir con la publicidad y los extractos bancarios que siguen llegando puntualmente a mi hogar.
 
Aún conservo muchas de las cartas y postales que recibí a lo largo de mi vida. En particular recuerdo con cariño la correspondencia que mantuve durante muchos años con mi amigo italiano Cosimo, y cómo no, las cartas llenas de complicidad y cariño que compartí con mi queridísima amiga Chelo.
 
Recuerdo el ritual que suponía redactar una carta. Era importante utilizar un bolígrafo que se deslizase ágil sobre el papel, que ayudara a dibujar con limpieza y armonía las palabras que brotaban del alma pero sobre todo, era imprescindible disponer de tiempo y  tranquilidad.
 
Escribir servía incluso de terapia porque en cada correspondencia no sólo compartíamos experiencias, sentimientos y proyectos, sino que nos desahogábamos de nuestros miedos e inseguridades y aunque sabíamos que pronto recibiríamos una respuesta de consuelo, ya sólo por el hecho de haber reflexionado, de haber ordenado nuestras ideas y de haberlas escrito, ya nos encontrábamos mejor.
 
A veces hace falta poner palabras a nuestros sentimientos para poder superar nuestros problemas, así que, si tienes algo que te preocupe, prueba a escribirlo sobre el papel. Te sentirás mejor.
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario