jueves, 22 de diciembre de 2016

Un cuento de Navidad

Las Navidades estaban a la vuelta de la esquina y Pablo ojeaba por enésima vez un catálogo de juguetes en el que iba señalando todo lo que le gustaba. Sin duda, lo que más le llamaba la atención era aquel juego de mesa donde se veía a toda la familia jugando con caras de felicidad.
 
Pablo alzó su mirada y observó con tristeza la misma escena que se repetía día tras día: sus padres, callados, no apartaban la vista de sus ordenadores y, un poco más allá, tan huraña como siempre, su hermana Emma chateaba con su móvil aislada del mundo gracias a unos grandes auriculares que le tapaban las orejas.
 
Pablo suspiró. Su familia había sido abducida por aquellos aparatos electrónicos que los había convertido en unos gélidos autómatas. Un escalofrío recorrió su espalda. Necesitaba recuperar cuanto antes a su familia.
 
Las vacaciones fueron transcurriendo con las consabidas celebraciones familiares y los dulces típicos que nunca faltaban en la mesa, sin embargo, Pablo seguía echando de menos hacer cosas divertidas con sus padres y no perdía la esperanza de que la Navidad acabara por inundar de magia cada rincón de su hogar.
 
El día de Reyes amaneció con un gran manto blanco y Pablo se despertó lleno de emoción y curiosidad. Sabía que su hermana esperaba de regalo un teléfono nuevo con el triple de capacidad, y su madre, un nuevo juego para el ordenador que le robaría muchas más horas. De repente, escuchó a su hermana quejarse a voces, ¿Qué habría pasado? ¿Decía qué habían entrado ladrones? ¿Que habían desaparecido los regalos?
 
Pablo salió de su habitación y se dirigió corriendo hasta el salón donde se encontraba el fastuoso árbol donde los Reyes Magos solían dejar cada año los regalos para todos. Comprobó que allí no había nada y sintió un vuelco al corazón. ¿Tendría aquello algo que ver con su deseo? De hecho, este año lo único que había pedido en su carta era aquel juego de mesa que tanto le molaba, y recordaba que había indicado expresamente “para jugar con mi familia y poder pasarlo bien juntos”. Pero el juego tampoco estaba. ¡A ver si era verdad que habían entrado los ladrones! – pensó el niño.
 
La madre apareció por la puerta anudándose el cinturón de la bata, con cara somnolienta y completamente despeinada. ¿Qué era eso de que habían entrado ladrones? ¡Seguro que le estaban gastando una broma!
 
Emma empezó a llorar de rabia diciendo que aquello no era justo, que llevaba meses esperando su nuevo teléfono para poder hacer videos chulos con sus amigas y colgarlos en Youtube. Ahora se convertiría en el hazmerreír de toda la clase. De repente se le encendió una luz
 
-       ¿Y si este año los Reyes hubiesen preferido dejarnos los regalos en otro sitio? – dijo entusiasmada.
 
Madre e hijo se miraron y con gesto de aprobación decidieron ir en busca del tesoro escondido, pero no encontraron ningún rastro de los regalos. De repente, la puerta de la entrada se abrió y apareció el padre que había ido a comprar un enorme roscón para desayunar. Traía la cara colorada y las manos congeladas, sin embargo, en sus ojos había un brillo especial que todos percibieron. Al enterarse de lo sucedido mantuvo la calma sorprendentemente y les animó a probar el roscón con un chocolate calentito.
 
-¡Ya veréis cómo después de este desayuno todo os parecerá distinto! -dijo el padre.
 
Los cuatro se dirigieron a la cocina animados con la idea de probar el roscón. Tenían por costumbre que quien encontrara la sorpresa se colocaría la corona y los demás deberían obedecerle, mientras que quien encontrara el haba, tendría que fregar todos los cacharros. A Pablo le tocó la sorpresa, era un pequeño niño Jesús de porcelana que colocó en el portal de Belén. El niño se colocó la corona y tras mirar por la ventana lo bonita que estaba la plaza propuso a todos salir juntos a jugar con la nieve.
 
Aquel día toda la familia disfrutó de una maravillosa jornada en la que estuvieron cantando villancicos y tirándose bolas de nieve. Volvieron a casa hambrientos y entre todos prepararon una suculenta comida que devoraron entre risas y bromas. Tras recoger la mesa y la cocina, se dirigieron al salón. Emma y su madre ya iban a conectarse a sus dispositivos cuando el padre apareció con un regalo entre sus manos. Se trataba del juego de mesa que tanto había deseado Pablo. Todos le miraron con ojos asombrados.
 
-Entonces, ¿fuiste tú quien se llevó los regalos?
 
- He de admitir que sí, pero fue por una buena causa. – confesó el padre-, ahora juguemos y disfrutemos de este momento.
 
El juego resultó ser muy entretenido y se pasaron el resto de la tarde jugando juntos, riendo sin parar y lo más importante, sin necesidad de encender los ordenadores ni chatear con el móvil. Aquel día se obró un milagro, y Pablo, consiguió recuperar a su familia.
 
Emma también consiguió recuperar su regalo, pero se dio cuenta de que había disfrutado mucho más aquella tarde que todas aquellas horas que dedicaba a conversar con un frío aparato.
 
-Ven aquí pequeñajo –dijo a su hermano sonriendo- déjame que te de un abrazo.
 
-Buff, pero sólo uno ¿vale?, no te vayas a pasar ahora – contestó Pablo feliz.
 
 
No olvidemos que la familia es el mejor regalo que tenemos, disfrutemos de ella mientras podamos, porque el tiempo pasa demasiado deprisa y no se puede dar marcha atrás.

¡Feliz Navidad a todos!
 

domingo, 11 de diciembre de 2016

Escapada a Londres

Londres es una ciudad llena de vida en donde puedes deambular durante horas y horas y encontrar a cada paso un rincón cautivador. Hacía muchos años que no visitaba esta maravillosa ciudad y reencontrarme con ella, casi treinta años después, y encima en periodo pre-navideño, con todas las calles y comercios engalanados  ha sido realmente "amazing" (asombroso). 
 
Si algo caracteriza a Londres es su capacidad para combinar progreso y tradición. Nadie como ella sabe explotar al máximo sus símbolos patrióticos y albergar, al mismo tiempo, una pluralidad de culturas y estilos que la dotan de ese carácter cosmopolita tan sumamente atractivo.
 
La ciudad conserva su intrínseco sabor en sus preciosos edificios, en sus verdes parques o en su té de media tarde que me recuerdan tanto a películas como Mary Poppins, sin embargo, tampoco ha querido resistirse al cambio, de hecho,  es una de las ciudades más avanzadas tecnológicamente hablando, y en su skyline se puede ver que han emergido relucientes edificios que reflejan lo más moderno de la City. 
 
Pasar el puente de la Constitución en Londres ha sido un planazo y, como además nos ha acompañado un tiempo excelente, hemos podido seguir a rajatabla el plan que teníamos previsto para estos cuatro días de no parar: Oxford Street, Picadilly Circus, Big Ben, National Gallery, Buckingham, Notting Hill, Portobello Road, Winter Wonderland, Covent Garden... y cómo no, el British Museum.
 
Recuerdo que la primera vez que visité el Museo Británico se me saltaron las lágrimas al ver juntas todas aquellas obras que había estudiado en mis clases de Historia del Arte. En esta ocasión tampoco he podido reprimir las lágrimas, y es que al ver de nuevo todas esas maravillas empecé a pensar sobre la extraña capacidad del ser humano para crear y rodearse de obras tan magníficas que rozan la perfección y su misma capacidad para destruir y llevar a cabo las peores atrocidades.
 
Londres es inmenso y nos quedaron muchas cosas por ver, entre ellas asistir a alguno de sus tan afamados musicales, pero por supuesto, eso será siempre una buena excusa para volver.
 
London, I'll be happy to see you again