domingo, 29 de noviembre de 2015

Manos que dais...

Esta mañana me he acercado a un centro comercial y me he dado cuenta de lo cerca que está ya la Navidad. Conseguir aparcar ha sido toda una aventura que en algunos momentos casi me ha hecho desistir del intento y he pensado en regresar a casa con las manos vacías y sentimiento de derrota. Sí, el recinto estaba abarrotado de gente, lo cual quizá sea señal de que por fin estemos saliendo realmente de la crisis y eso, desde luego, sería el mejor regalo para todos.
 
Finalmente tuve la suerte de encontrar un sitio y con gran alegría me adentré en la zona comercial. Parecía como si el propio Papá Noel hubiera pasado con su trineo por allí y hubiera dejado tras de sí una estela de Navidad por todos los rincones. Rojos, dorados y plateados. Abetos, bolas y guirnaldas. Todo estaba tan bonito que me invadió un profundo sentimiento de tristeza pensando en todas las personas que no podrán celebrar la Navidad como ellos quisieran, ni podrán comprar el juguete que tanto le gusta a su hijo y que harían lo que fuese por poder llevar un poquito de alegría a su familia en esas fechas.
 
Y mientras caminaba por los pasillos viendo un escaparate tras otro buscando un regalo original para alguien muy querido, me vino a la memoria el tradicional "Cuento de Navidad" de Charles Dickens y pensé en lo importante que es para el ser humano ser generoso, compartir lo que uno tiene y tratar de hacer felices a los demás. Porque la generosidad conduce a una doble felicidad, la del que recibe y la del que da. No creo que haya persona en el mundo que pueda ser feliz sin compartir parte de su dicha con los demás o sin tender la mano a quien le pide ayuda.
 
Por eso, estas Navidades te animo a practicar la generosidad con quien más lo necesita y prescindas de los regalos superfluos. ¿Tienes que participar en algún amigo invisible? ¿Por qué no propones que este año, en vez de comprar una chuminada en algún bazar, reunáis el dinero que os ibais a gastar en una hucha y lo donéis a una buena causa? En lugar de un objeto comprado podéis usar la creatividad y entregar algo que no cueste dinero pero que tenga valor para quien lo recibe. Podría ser un mensaje personalizado, un poema, una canción, un dibujo, un christmas decorado a mano, o cualquier otra cosa hecha manualmente y entregada, eso sí, con cariño.
 
Por cierto, ¿Sabías que al igual que celebramos el día internacional del niño, el día internacional del medioambiente o el día internacional contra la violencia de género, existe también el día internacional de la generosidad?
 
 
Pues sí, esa fecha la tenemos en el calendario y se celebra cada primer martes de diciembre. Ese día, denominado internacionalmente #givingtuesday, millones de personas en todo el mundo se unen para poner de manifiesto la importancia de la generosidad y animar a todos, ya sean empresas, países o personas individuales, a participar construyendo una gran ola de generosidad mundial. En los países de habla hispana, ese día se le conoce también como #undiaparadar y desde aquí quiero aprovechar para animarte a participar en alguno de los proyectos abiertos en su página web, o creando tu propio proyecto junto con tus amigos, familia o compañeros de trabajo.
 
En mi empresa llevamos varios años participando en este proyecto y es realmente gratificante ver cómo los compañeros se unen en la campaña donando no sólo ropas, juguetes y alimentos sino que además aportan sus tickets restaurante o dinero en metálico para colaborar con asociaciones como Acción contra el Hambre y su programa "ningún niño con hambre". La verdad es que en BT España podemos sentirnos orgullosos del corazón tan grande que tienen la mayoría de sus empleados ya que a lo largo del año, muchos de ellos se prestan voluntarios a otras buenas causas sociales.
 
Y para finalizar, quiero compartir con vosotros una adaptación del refrán "Manos que no dais ¿Qué esperáis?" el cual he transformado en este otro con un lenguaje más positivo: "Manos que dais, ¡Felices seáis!"
 
¡Hasta pronto!

domingo, 22 de noviembre de 2015

No cuentes los días

Habíamos estado soñando con aquel día desde hacía meses. Era una fecha muy especial y queríamos que todo saliera a la perfección. Entre todos organizamos los preparativos y contábamos las semanas  que quedaban en las hojas del calendario. ¡Cuántas ganas de que llegara ese momento! Y el tiempo pasó como un soplo abriéndose paso al gran evento.

El día llegó. Y afortunadamente todo salió de maravilla. Fue una jornada mágica, soñada, deseada, hubiéramos querido retenerla un poco más, disfrutarla por más tiempo... pero el día llegó casi de puntillas, y de puntillas se esfumó como un sueño. Hoy ya sólo queda un mero recuerdo de lo que fue, alguna foto tomada al azar y unas pocas anécdotas que contar.

Y es así que pasa la vida. ¡Tan corriendo…! Parte de ella la dedicamos a esperar a que llegue un día, y mientras tanto se suceden otros muchos que dejamos pasar casi como autómatas, sin concederles apenas importancia. Y pasa  siempre lo mismo, deseamos que llegue el viernes y cuando llega nos damos cuenta de lo cerca que tenemos el lunes. Y así una y otra vez.

Pero cada día debería ser un gran día porque es una nueva oportunidad para aprender, para disfrutar, es un reto por definir, es un logro en sí mismo y sí, a veces también puede traernos tristeza y desilusión. Es como un regalo que vamos desenvolviendo poco a poco sin saber la sorpresa que llevará dentro. Puede ser un reencuentro, una llamada inesperada, un aplauso, una invitación, un logro, un abrazo, una película, una sonrisa. Puede haber mucho escondido en cada día que llega y es toda una aventura descubrirlo.

Hay una frase que me encanta y que tengo bien visible en mi escritorio que dice: “No cuentes los días, haz que los días cuenten”. Porque ese lunes y ese martes son días en los que estás vivo, en los que te despiertas por la mañana y tienes un apasionante día por delante, un día en el que debes hacerte consciente de la suerte que tienes de estar vivo, de poder compartir tus experiencias con las personas que quieres y que tienes hoy a tu lado. Por eso me gusta dar gracias por esos pequeños momentos, por esos cafés en compañía, por esas sobremesas abiertas, por esos paseos de la mano, por esos WhatsApp que me hacen reír o por esas canciones que siempre me acompañan.

Pues eso, haz que todos los días de tu vida cuenten.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Desconectar de la rutina

¡No me puedo creer haber estado 3 días desconectada de Internet, televisión y cualquier otro medio de comunicación y haber sobrevivido! Es más, regresé como nueva, con  la sensación de haber aprovechado el tiempo al máximo y con ganas de volver a repetirlo. Fue un fin de semana largo que me pareció corto, en el que compartí charlas, risas y vivencias con unos buenos amigos en un lugar singular. 

Ir de casa rural es uno de los planes que más me gustan para una escapada de fin de semana. Este tipo de alojamientos tienen un encanto especial, sobre todo si la casa guarda ese sabor  de antaño y que algunos propietarios saben bien cómo conservar rescatando materiales, muebles y enseres que aportan una nota cálida a esos robustos muros de piedra que aíslan el hogar de las posibles inclemencias del tiempo. 

Me encantan las vigas de madera vista, los suelos de barro, las alacenas antiguas, las camas con dosel o cabezales antiguos y con mullidas colchas que invitan al descanso. Las flores en el alfeizar, el porte de las chimeneas, los vistosos azulejos en la cocina, las cortinillas debajo del lavabo, los mil y un detalles, en definitiva, que te transportan quizá a otra época, a otras formas de vida, y que estando allí, observándolas, llegas incluso a plantearte vertiginosos cambios.

Es otro ritmo de vida en el que la naturaleza cobra protagonismo. Te despiertas con los primeros rayos del día, abres la ventana y observas una maravillosa obra de arte, un cuadro pintado con los colores del otoño donde las pinceladas descubren esbeltos árboles, redondeados setos, casitas con sus tejados a dos aguas, chimeneas encendidas y percibes un intenso olor a romero y a leña que te indica que ya hay vida. Desayunas un esponjoso bizcocho hecho con productos ecológicos y te tomas un café de puchero, o de Melita, o de lo que sea, y curiosamente no echas en falta tu matutino Nespresso.

Luego sales a disfrutar del día, a recorrer senderos perdidos, a buscar setas escondidas o a conocer pueblos con historia, donde los paisanos te miran curiosos y te ofrecen sus productos de la huerta. España es un país de gran riqueza y tenemos muchos rincones aún por conocer.

Y  después del ajetreo llega la hora de la comida y aprovechas para degustar los platos de la región, y comes sin prisa, y entre risa y risa te dan las mil. Empieza a caer la noche y paseas por el pueblo, asomándote por las verjas de otras casas desde donde se perciben cálidas luces y se perfilan sombras de gentes que hablan, cantan, o simplemente reposan tranquilas, quizás leyendo, en un desgastado sofá. Y sí, la imaginación me asalta, y me veo allí, en una de esas casas de piedra, retomando mi afición por la pintura, decorando la casa con ilusión, cuidando hortensias en el jardín, y jugando con tres o cuatro perros a la vez.

Volveré a la rutina, a escuchar el despertador por la mañana, a desgastar el tiempo en atascos incomprensibles, a teclear mil letras en mi portátil, a contestar e-mails, llamadas, mensajes, whatsapps y todo lo que la tecnología se inventa. Volveré a casa por la noche y sentiré que queda menos para el viernes y soñaré con volver a  disfrutar de esas rutas, de esos lares, de esos aromas que me hipnotizan, de esos aires limpios y puros, de esos paisajes que cambian con las luces del sol y las nubes.