sábado, 25 de abril de 2015

Infancia y creatividad

Esta semana hemos celebrado el día mundial de la Madre Tierra, el día del Libro y el día de la Creatividad e Innovación. Esto último me ha hecho regresar a mi infancia y recordar cuánto me gustaba disfrazarme cuando era una niña. Desde muy pequeña me encantaba revolver en el armario de mi abuela y, de puntillas, buscaba alguna prenda que me pudiera poner. Habían unas cortinas de gasa que eran mi debilidad. Las doblaba por la mitad sobre un gran lazo que servía para fruncir la tela y ajustármela a la cintura. Las cortinas quedaban como una falda abullonada, con mucho vuelo, larga hasta los pies, y yo daba vueltas y vueltas y me miraba al espejo sintiéndome una princesa.
 


¡Cómo disfrutaba en la casa de mis abuelos! Allí podía hacer lo que no podía en mi propio hogar, lleno de estrictas normas y prohibiciones. Allí podía desplegar la imaginación y hacer todo lo que se me ocurría, desde ponerme la ropa de mi abuela, sus pequeñas joyas, su peluca, sus zapatos… hasta hacer potingues en la cocina con harina, azúcar, y a veces ¡hasta con huevos!. 
 
 
Mis abuelos me dejaban hacer todo eso y se miraban sonriendo cada vez que yo aparecía con una nueva ocurrencia.

Como la mayoría de los niños gozaba de una creatividad desbordante y una simple silla me servía de cocinita, coche, avión o incluso de casa para las muñecas.  Todo dependía de cómo volteara la silla. ¡La de veces que me subí al respaldo de aquel sillón de sky! Me imaginaba que era un fabuloso corcel y con él viajaba galopando a todos los lugares remotos con los que soñaba. La verdad es que a pesar de ser hija única nunca he llegado a sentir aburrimiento, es más, posiblemente gracias a este hecho desarrollé una gran capacidad para inventar juegos a los que podía jugar y pasar el rato yo sola. Quizás por eso considero que los niños no necesitan tantos juguetes ni estar tan pendientes de ellos a todas horas. Creo que es bueno dejar a los niños tiempo y espacio para que estén a su aire y puedan despertar su imaginación con libertad e independencia de los padres o cuidadores, permitirles que ellos mismos construyan sus propios juegos y que de su cabecita broten ideas originales y frescas, sin contaminarlas con la forma en que los adultos vemos el mundo.
 

Volviendo a mi infancia, recuerdo también que me gustaba jugar con las muñecas, hacerles vestidos y peinados. Yo era como el hada madrina de Cenicienta, pero en vez de una varita mágica, poseía imaginación. Mis muñecas no tenían carrozas ni castillos de plástico, pero mis zapatillas de andar por casa se convertían en elegantísimos descapotables en los que se montaban para ir a ver a sus amigas. Lo mío era inventar historias y si no tenía muñecas utilizaba por ejemplo la sota, el caballo y el rey de las cartas de la baraja para reconstruir aventuras, o si me encontraba pasando un día en la playa o en el campo, me dedicaba a buscar palitos, algas, tapones, cajas de cerillas, etc, y con ellos construía casitas en la arena cuyos habitantes eran, por supuesto, los palos de helados que me encontraba.
 

Y me gustaba dibujar. Me pasaba las horas dibujando princesas o cualquier otra cosa, pero sobre todo me encantaba leer. Descubrí a Enid Blyton con 6 ó 7 años y desde entonces me hice una ávida lectora de cuentos que no me cansaba de leer y releer una y otra vez pues en aquella época no tenía la suerte de poder conseguir libros nuevos fácilmente y había que esperar a Reyes o al cumpleaños para recibir ese regalo tan esperado. De mis primeras lecturas recuerdo con gran cariño los libros de los Cinco que aún conservo, luego vinieros las Mellizas O'Sullivan, Los Secretos... y por supuesto también cuentos de hadas como los de la Condesa de Ségur o clásicos como Tom Sawyer, la cabaña del tío Tom, Heidi, Sissi, Mujercitas... 

¡Cuánto le debo a mis amigos los libros! ¡Qué ratos tan emocionantes me hicieron pasar y qué recuerdos guardo de aquellas tardes de lectura en el balcón de mi casa!
 
La lectura ha sido siempre una gran inspiración en mi vida y de cada libro siempre he conseguido aprender algo nuevo. Y es que leer es imprescindible para nuestro desarrollo porque nos permite vivir experiencias que de otra forma nunca hubiéramos podido imaginar. Los libros nos muestran otras formas de vida, otros lugares y costumbres, nos abren la mente a nuevos pensamientos y se convierten en un gran nutriente para nuestra creatividad.
 
Por eso, a pesar de que muchas veces sentimos que nos faltan horas y que por otro lado la tele y las redes sociales nos roban gran parte de nuestro tiempo de ocio, deberíamos reservar siempre un momento para leer, destinar para la lectura un lugar cómodo y bien iluminado, alejado de ruidos e interrupciones pero al mismo tiempo abierto al resto de la familia para poder compartir con ellos, y sobre todo con nuestros hijos,  una afición que les llevará no sólo a aprender sino a disfrutar de mil y una historias que sin duda añadirán luz y color a sus vidas.

domingo, 19 de abril de 2015

Tips para hablar en público

¿Alguna vez has tenido que hablar en público? ¿Cómo viviste esa experiencia? ¿Te sentiste cómodo o la recuerdas con verdadero horror?

Hablar en público es una de las cosas que más ansiedad nos crea, hace sentirnos inseguros, nos asalta el miedo a quedarnos en blanco, a aburrir al público, y lo único que queremos es salir huyendo...

Pero hablar en público es algo realmente cotidiano y hay que tomarlo como una oportunidad para compartir tus conocimientos y experiencias con personas que han tenido la deferencia de reservar un hueco en su agenda para escucharte e interesarse por lo que tienes que contarles. Por eso hay que prepararse bien, lo primero por respeto al público y luego por la propia satisfacción del trabajo bien hecho.

A lo largo de mi carrera profesional he asistido a muchas presentaciones, he conocido a verdaderos gurús en diferentes temas que sin embargo no han sido capaces de conectar con el público pero también conozco gente que tiene un don natural para la comunicación y es capaz de dar un discurso en cualquier momento y conseguir mantener la atención del público sin apenas haberse preparado nada. Esto, desde luego, no es lo más corriente y por eso, el que quiera ser un buen orador, debe prepararse bien y ensayar, ensayar y ensayar.

Pues bien, si tienes previsto dar un discurso próximamente o quieres desarrollar tus habilidades comunicativas toma nota de los siguientes consejos y empieza a ponerlos en práctica ya:
  1. Conoce de antemano el tipo de público ante el que vas a hablar. No es lo mismo hablar ante un grupo de científicos que para la comisión de amas de casa de tu pueblo. Debes adaptar tu discurso al público al que te diriges utilizando para ello giros, expresiones o anécdotas que les sean cotidianas. De esa forma te ganarás su atención y posiblemente su simpatía.
  2. Prepara el discurso. Ya sabes qué tipo de personas asistirán a tu presentación, ahora tienes que elaborar un discurso que les llegue, que les entusiasme y ensayarlo, entenderlo, creértelo y hacerlo tuyo.
  3. Apóyate en algún soporte visual, aunque no es imprescindible, el uso de imágenes, vídeos o presentaciones pueden servirte para provocar impacto en la audiencia. Trata de ser creativo, de asombrar pero sin recargar las transparencias con minúsculas letras, indica sólo los puntos claves y se cuidadoso con la combinación de colores y formatos. Se trata de impactar sin desviar la atención. Si la sala no es muy grande también puedes utilizar pizarras o flip charts donde puedes ir anotando palabras claves, dibujos o esquemas. Esto, si lo haces con naturalidad y decisión, puede ayudarte a captar más la atención del público ya que con ello conseguirás dar más dinamismo a tu discurso.
  4. Asegúrate de disponer de las herramientas necesarias. ¿Vas a proyectar una presentación? ¿Vas a utilizar un micrófono? ¿Necesitas un atril? Es importante que aprendas a desenvolverte bien con todos los recursos y en concreto con el uso del micrófono ya que si es la primera vez que lo utilizas te puedes llevar una sorpresa al escuchar tu voz de forma muy diferente a la que estás acostumbrado, por eso, si tienes ocasión, trata de hacer una prueba de sonido antes de comenzar.
  5. Familiarízate con la sala donde vas a hablar. Es importante conocer el espacio con el que cuentas. No es lo mismo hablar en una pequeña aula que en un auditorio. Tampoco es lo mismo hacerlo sentado que de pie. Tus movimientos y tu tono de voz deberán adaptarse al espacio.
  6. Antes de empezar haz estiramientos. Estira los brazos, sacúdelos, hazlo también con las piernas, trata de relajar los hombros y el cuello con estiramientos suaves. Masajea fuertemente tus mejillas, abre bien la boca como si estuvieras bostezando, recorre la lengua por el interior de tu boca. Estos ejercicios te ayudarán a relajar tu cuerpo, tu cavidad bucofaríngea y a reducir la tensión que a buen seguro llevarás acumulada.
  7. Bebe agua. Hidrata los labios, la boca, la garganta, para que tu voz salga limpia y clara. Trata de tener a mano una botella de agua durante tu presentación y aunque no tengas que hablar bebe todos los días al menos litro y medio de agua para conseguir tener la laringe bien hidratada.
  8. Respira bien, respira hondo. La respiración es algo muy importante en nuestras vidas y debemos aprender a respirar bien. Te recomiendo que hagas el siguiente ejercicio. Pon tu mano en el abdomen y toma todo el aire que puedas lentamente. Tienes que notar cómo se hincha primero el abdomen y luego los pulmones, la espalda, etc. Cuando consigas esto mantén el aire dentro el tiempo que puedas y luego expúlsalo de una vez hasta no dejar ni un atisbo de aire dentro, notarás que te deshinchas. Repite esto 3 ó 4 veces y te sentirás más relajado pues habrás conseguido reoxigenar tu organismo.
  9. Controla tus movimientos. A la hora de hacer una presentación en público adopta una postura erguida pero cómoda, con los hombros hacia atrás, las piernas ligeramente separadas y los brazos despegados de tu cuerpo. Utiliza tu imagen corporal para apoyar tus palabras. Usa tus brazos y tus manos para dar énfasis, y hazlo de manera natural. Camina a lo largo del escenario si eso te hace sentir más a gusto, pero hazlo de forma acompasada y relajada. Ten cuidado con los tics. A veces los nervios nos juegan malas pasadas y sin darnos cuenta repetimos una y otra vez algún movimiento que puede llegar a provocar la distracción del público. Ensaya previamente tus movimientos ante un buen espejo y mucho mejor ante una persona de confianza que pueda indicarte tus puntos débiles.
  10. Sonríe. Es la mejor carta de presentación. Inicia la presentación con una sonrisa al público. Así también podrás echar una mirada a las personas que hay en la sala e incluso localizar a personas que conozcas y que pueden servirte de apoyo cuando las mires. Trata de mantener una actitud relajada y amable.
  11. Dirígete al público. Mírales, lanza preguntas buscando conformidad, preguntas del tipo ¿Cuántos de los que estáis en el público habéis...?, ¿Alguien sabe ...?. Con ello les harás partícipes de tu discurso y conseguirás el "engagement" necesario.
  12. Habla claro. Vocaliza bien tus palabras y sigue un ritmo natural, ágil pero lo suficientemente claro para que se entienda bien. Evita que tu discurso se convierta en algo monótono, juega con las pausas y los silencios para crear expectación y eleva la voz cuando quieras matizar algo o captar la atención, pero nunca grites porque además de ser desagradable y demostrar agresividad con ello sólo conseguirás dañar tus cuerdas vocales.
  13. Disfruta. Es tu momento, estás preparado, dominas tu discurso y conseguirás que sea un éxito rotundo.

Ya me contarás qué tal tu experiencia. ¡Hasta la próxima semana!
 

domingo, 12 de abril de 2015

¿Miedo a hablar en público?

¿Quién no ha tenido que hablar en público alguna vez? Ya sea en la Universidad, en el trabajo o en otras situaciones, a menudo se nos presentan ocasiones en las que tenemos que enfrentarnos a la experiencia de pisar un escenario.


Recuerdo la primera vez que hablé ante un gran número de personas, fue en segundo de Periodismo y tuve que exponer un trabajo sobre Jovellanos. Tras investigar en profundidad la vida y obra de este escritor y político asturiano cuyas ideas ilustradas quedaron patentes en numerosas obras de carácter pedagógico, redacté un completísimo trabajo del que me sentía realmente orgullosa.


Sin embargo, cada día que pasaba me encontraba más y más nerviosa porque presentía que el tema en cuestión no iba a despertar, lo que se dice, grandes pasiones, pero me propuse hacerlo lo mejor posible y para ello llegué incluso a aprenderme todo el trabajo de memoria. Mi intención era conseguir exponer el trabajo sin necesidad de consultar los papeles, con la cabeza alta y mirando al público. La verdad es que el tema era demasiado tedioso como para presentarlo en modo lectura pues corría el riesgo de que mis compañeros aprovecharan para echarse una siestecita y eso es precisamente lo que no quería que ocurriese. Aquella era mi oportunidad, quería demostrarme que podía superar mi timidez, mis inseguridades, y he de decir que a pesar de los nervios lo cierto es que este reto me hacía especial ilusión.


Llegó el gran día y a medida que se iba acercando la hora, comencé a sentir unas ganas tremendas de salir huyendo, las manos me sudaban, me temblaban las piernas, notaba la boca seca, sentía verdadero pánico. Deseaba que con un poco de suerte la mayoría de los compañeros hubiesen preferido ir a jugar al mus a la cafetería, pero no, allí estaban todos a pesar de ser la primera hora de la tarde. Subí al estrado y el profesor de literatura me cedió su mesa. Nada más pronunciar la primera frase me bloqueé. El resto de la exposición fue una lectura literal del trabajo en la que en vano intenté levantar la mirada del papel.


No fue del todo mal pues conseguí un notable alto en esta prueba pero también unas ganas tremendas de aprender a hablar en público. Comencé a leer libros de autoayuda, me apunté a clases de teatro y asistí a diversos talleres sobre comunicación. Todo ello me ha ido ayudando a lo largo de los años a conocer técnicas que he podido poner en práctica en las ocasiones en que he tenido la oportunidad de hablar en público, pero he de decir que ha sido sobre todo el teatro y las actuaciones musicales en las que participo desde hace varios años lo que más me ha ayudado a quitarle importancia al hecho de mostrarme ante el público y a liberarme de la tensión que esto me producía. Al fin y al cabo, la vida misma es una representación teatral en la que debemos saber interpretar el papel que nos toque en cada momento.


En mi próximo post compartiré algunas técnicas útiles para preparar una buena presentación al público.