Una de mis películas favoritas cuando era niña era Mary
Poppins. Eso de que las cosas volaran por los aires buscando su sitio y se
colocaran ellas mismas perfectamente ordenadas me parecía asombroso. Así que confieso que uno de mis sueños preferidos era
conseguir algún día esos poderes que me permitieran recoger todos mis juguetes
en un plis plas.
Han pasado muchos años y sigo recordando aquello con
verdadero anhelo y es que me encanta observar mi casa cuando está limpia y
ordenada, abrir los armarios y ver cómo todas las prendas cuelgan perfectamente
alineadas por colores y los cajones se deslizan suavemente por sus rieles
descubriendo en su interior toda una serie de cosas bien colocadas y organizadas.
Pero seamos realistas, eso dura bien poco. En cuanto un día vas con prisa y no colocas
bien una camiseta, entonces ya no hay vuelta atrás y reaparece el caos.
La de veces que he tratado de buscar nuevas formas de
organización, la de complementos que he comprado para colocar las cosas, y nada
de nada. El problema es que acumulo demasiadas cosas y eso hace casi
imposible mantener el orden a raya.
Pues bien, hace un par de meses llegó a mis oídos el método
KonMari. Seguro que habréis oído hablar de él porque se ha puesto de moda en
todos los medios e incluso hay algunos tutoriales en Youtube. Se trata de un
sistema de organización que ha desarrollado la japonesa Mari Kondo, y que según
ella permite mantener el orden fácilmente y por mucho tiempo.
Como loca me lancé a por su libro “La magia del orden” el cual devoré en un par de horas. No veía el momento de que llegara el sábado para ponerme manos a la obra y seguir al dedillo todos sus consejos, así que, en cuanto llegó, dediqué todo el fin de semana a organizar mi vestidor.
El primer cometido era vaciar por completo los armarios y luego tomar prenda por prenda escogiendo las que me inspiraran felicidad o desechando las que no me había puesto en mucho tiempo, me habían quedado pequeñas o simplemente habían dejado de gustarme.
Lo que en un principio me pareció una tarea aburrida al final me enganchó por completo y empecé a llenar un montón de bolsas con ropa para reciclar. Cada vez que cogía una prenda me preguntaba ¿Esto te lo volverías a comprar si lo vieses en una tienda? Si la respuesta era no, iba directamente a la bolsa de basura mientras que la ropa con la que realmente me sentía a gusto y sí, me producía cierta felicidad, volvía a colocarla en su sitio bien planchadita y siguiendo un orden de colores, de claro a oscuro.
Como loca me lancé a por su libro “La magia del orden” el cual devoré en un par de horas. No veía el momento de que llegara el sábado para ponerme manos a la obra y seguir al dedillo todos sus consejos, así que, en cuanto llegó, dediqué todo el fin de semana a organizar mi vestidor.
El primer cometido era vaciar por completo los armarios y luego tomar prenda por prenda escogiendo las que me inspiraran felicidad o desechando las que no me había puesto en mucho tiempo, me habían quedado pequeñas o simplemente habían dejado de gustarme.
Lo que en un principio me pareció una tarea aburrida al final me enganchó por completo y empecé a llenar un montón de bolsas con ropa para reciclar. Cada vez que cogía una prenda me preguntaba ¿Esto te lo volverías a comprar si lo vieses en una tienda? Si la respuesta era no, iba directamente a la bolsa de basura mientras que la ropa con la que realmente me sentía a gusto y sí, me producía cierta felicidad, volvía a colocarla en su sitio bien planchadita y siguiendo un orden de colores, de claro a oscuro.
De repente descubrí la liberación que produce el despojarte
de las cosas inútiles que te rodean y que se apelotonan no sólo en tus armarios sino
también en tu cabeza, porque sabes que están ahí y sólo cuando les dices adiós te
das cuenta de la presión que que te estaban produciendo.
Tener un armario más liviano, con las cosas que realmente te
gustan y hacen sentirte especial es todo un descubrimiento, te hace ahorrar tiempo a la hora de vestirte y facilita mucho el mantener el orden, pero sin duda, lo que más me
llamó la atención de este método es su teoría revolucionaria para guardar la
ropa en los cajones. Mientras la mayoría suele colocar la ropa apilada una
encima de otra, lo que Mari Kondo aconseja es doblar cada prenda en tres dobleces con
el fin de que pueda mantenerse erguida en vertical sin desplomarse y luego colocarlas
una detrás de otra alineadas por colores. De esta forma es muy fácil localizar
la camiseta o el jersey que te quieres poner y lo puedes coger o volver a
colocar sin alterar el resto de prendas. Es tan fácil como coger un libro de una librería. ¡Os aseguro que es una gozada!
La próxima semana os indicaré los principales tips para una buena organización según el método KonMari. ¡Os animo a probarlo!