El acoso escolar es un tema preocupante en el que deberían implicarse
los compañeros de la víctima, porque ellos, que son testigos directos de los asedios, son los que deberían unirse y dar la
voz de alarma a los profesores y a los padres para que tomen cartas en el
asunto.
Sin embargo, esto no suele ser así. Los testigos temen
convertirse en nuevas víctimas y se vuelven indiferentes hacia unas conductas
que deberían ser reprochadas desde el primer momento.
Miedo es la palabra clave, pero otra es cobardía.
Entre los testigos también se encuentran otro grupo de
rapiñas que se aprovechan de la situación para reforzar la conducta del
acosador, alabarle sus hazañas y arremeter igualmente contra la víctima con el
fin de ganar puntos pensando en hacerse más populares y guays.
Ambos grupos, los que callan y los que otorgan
se convierten automáticamente en cómplices del acosador.
¿Y qué hacemos los padres y profesores ante estas
situaciones? Pues muchas veces, en vez de reprender y castigar duramente al
acosador, lo que tratamos es de hallar conductas en la víctima que justifiquen el modus operandi del hostigador y aconsejamos que trate de modificar su
actitud para evitar los ataques.
¡Pero qué confundidos estamos!
¿Sabíais que las víctimas no son siempre los más débiles sino que muchas veces son precisamente personas
que destacan por su inteligencia, físico, madurez, justicia o alguna otra
virtud que provoca la envidia del acosador?
Lo que debemos hacer los padres, sin dudarlo, es denunciar.
Si conoces algún caso, te recomiendo que leas esta
guía sobre el acoso escolar y lo compartas en tus redes: http://www.acosoescolar.com
¡Acabemos con el acoso!