domingo, 7 de junio de 2015

Aquellos maravillosos mercadillos

El 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente con el lema "Siete mil millones de sueños. Un solo planeta. Modera tu consumo". Y esto me ha hecho reflexionar sobre cómo ha cambiado nuestra forma de  comprar y consumir.



Recuerdo que cuando era niña solíamos comprar en el mercado del barrio. Habían unas galerías de alimentación en las que podías encontrar de todo: panaderías, fruterías, carnicerías, pescaderías, etc. Sus comerciantes eran como de la familia, conocían tus gustos y hasta te decían si había pasado ya por allí tu abuela o tu tía. Los productos te los servían envueltos en papel de estraza y por supuesto llevábamos nuestro propio carrito o capazo para guardar la compra. No se compraba mucho de una vez, la gente prefería acercarse al mercado más a menudo y así evitar sobrecargar la nevera y que se echaran a perder los alimentos. Pero era fácil, teníamos el mercado a dos pasos de casa y tiempo, mucho tiempo.
Los jueves y los sábados solíamos ir al mercadillo que ponían en la calle de San Mateo o bien al de Campoamor. Allí se vendían unas frutas y verduras estupendas y recuerdo que era muy divertido porque también habían puestos de ropa, zapatos y otras muchas cosas interesantes realmente "made in Spain", es decir, que los zapatos eran todos de piel, las ropas tenían bastante buena calidad y se conseguían verdaderas gangas lo cual nos permitía seguir las tendencias de la moda a un precio muy asequible.
En aquella época los bricks aún no se conocían, y la gente compraba la leche fresca en bolsas o en botellas de cristal que luego fueron sustituidas por las de plástico. Las botellas de cristal se reciclaban siempre porque cuando se quedaban vacías las entregábamos de nuevo al establecimiento a cambio de algunos céntimos que nunca venían mal.
Las tiendas del barrio eran un motor fundamental en la vida cotidiana de los vecinos y daban vida y alegría a las calles.
Tiempo después, en los ochenta, se inauguró el primer hipermercado de la zona, era un Pryca y estaba a las afueras de la ciudad. Era fabuloso ir a comprar allí, tan grande, tan limpio, ¡con tantas cosas!. Empezamos a utilizar el coche para ir a hacer la compra, y ya no teníamos que llevar un capazo pues te daban todas las bolsas que hiciesen falta. Había que pasar por tantos pasillos repletos de productos novedosos que el carrito se llenaba en un santiamén y lo mejor de todo es que sólo teníamos que hacer una cola final para pagar. El maletero del coche se llenaba hasta arriba y luego, en casa, había que colocar todo. Empezamos a almacenar multitud de productos y a necesitar cada vez más armarios, más espacio. Había llegado el boom del hiper consumismo.
Desde entonces, somos muchas familias las que nos hemos acostumbrado a realizar la compra de este modo. Es cierto que siguen existiendo mercadillos en todos los pueblos y ciudades y que los barrios disponen de gran cantidad de supermercados donde poder hacer la compra del día, pero también es cierto que la influencia de las grandes cadenas de supermercados e hipermercados han dado al traste con las tiendas tradicionales que han sido sustituidas paulatinamente por negocios chinos donde la calidad, seamos realistas, brilla por su ausencia e incluso algunos de sus productos atentan contra la salud pública.
El caso es que, sea cual sea el modo en que realicemos nuestras compras, en mercados, supermercados, o incluso mediante el comodísimo internet, debemos ser conscientes de todo lo que conlleva la elaboración de los productos que consumimos. Por eso, si queremos ser respetuosos con el planeta y nuestro sueño es conseguir un futuro más sostenible, recuerda que todo lo que hagamos hoy será lo que tengamos mañana. Si seguimos malgastando los recursos naturales, el día de mañana tendremos un grave problema medioambiental, pero si nos comprometemos a llevar una vida más sostenible podremos contribuir a dejar un legado más próspero para generaciones futuras.

¿Y qué podemos hacer?

  • Comprar sólo lo que realmente vamos a consumir
  • Comprar productos locales y de temporada, para los que no hayan hecho falta un gasto energético excesivo en transportes de larga distancia.
  • Comprar productos a granel, y evitar los envasados que conllevan un gasto adicional en materiales y energía para su empaquetado.
  • Optar por productos ecológicos, algo más caros pero mucho más sanos y sabrosos.
  • Utilizar menos productos químicos para la limpieza del hogar. Prueba a conocer las bondades del vinagre, el bicarbonato, el limón o el alcohol.
  • Reciclar adecuadamente los envases, el papel, el cristal, las pilas, etc.
  • Reducir el consumo eléctrico apagando las luces o los electrodomésticos que no se utilizan.
  • Moderar el consumo de agua y no dejar los grifos abiertos sin necesidad, por ejemplo al lavarse los dientes.
  • Antes de tirar algo que ya no necesitas, como un mueble, un electrodoméstico, ropa, etc., trata de darle una nueva oportunidad ofreciéndoselo a quien pueda necesitarlo o vendiéndolo en tiendas de segunda mano o por internet.
  • Y además, concienciar a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros contactos, pero sobre todo a los jóvenes...
¿Te animas a llevar una forma de vida más sostenible?


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